Crecí entre
esteras y el polvo de arena. Las asambleas y faenas comunales forjaron mi
mundo. La unidad de mis vecinos ante la adversidad, marcaron para siempre nuestra
perspectiva de un mundo mejor, porque los sueños de nuestros padres y la
organización vecinal hicieron posible
construir una gran ciudad en lo que era un desierto: VILLA EL SALVADOR.
… Acompañaba a
mi abuela en las asambleas, casi siempre terminaba dormido entre sus brazos o
en los tablones que se improvisaban como
asientos. Las faenas comunales eran especiales para mí porque me encontraba con
otros niños con quienes, entre juegos, también aprendíamos a organizarnos. Mientras
creábamos nuestro mundo en la arena, nuestros
padres conducían el desarrollo del barrio, así se consiguió los servicios
básicos. No fue fácil, mucho sacrificio… Por lo tanto, al crecer nos correspondía
asumir nuestra responsabilidad, porque la pobreza y la falta de oportunidades atentaban
contra nuestro futuro y el bienestar de los niños.
Mi familia
entró en crisis, mi padrastro se separó de mi mamá dejándola con mis cinco
hermanos. Dejé la academia preuniversitaria para trabajar en “mil oficios”:
ayudante de albañil, de carpintería, de
panadería… ayudante de todo lo que fuera posible; pero lo que me pagaban era
muy poco. Para paliar la situación, con mis hermanos menores recorríamos el Mercado
Central en busca de verduras, papá, camote; los “manchados” así le decían a los productos que
estaban un poco malogrados. Igual hacíamos en el mercado de frutas. Todo esto
nos lo enseñó la vecina Aurora, una legendaria dirigente de mi barrio.
Salíamos de
madrugada, soñolientos y con frio. A veces a Cheto, esa era el mote del más
pequeño (05 años) lo tenía que llevar dormido porque él insistía en ir con
nosotros, además era el más juguetón, sus ocurrencias nos hacían olvidar por
momentos nuestra pobreza. Mientras esperábamos el autobús de regreso, soñábamos
al ver una casa bonita.
Laboré hasta en dos turnos diarios, pero no
alcanzaba, me pagaban muy poco. Mis hermanos vendían pan en las mañanas y “marcianos” en la playa; no los dejé continuar
porque no me dijeron que les habían robado la caja de marcianos en el cerro
“Lomo de Corvina”, me enteré a través de unos amigos. Ese lugar era muy
peligroso, los asaltos y violaciones se comentaban en el barrio.
Cuál sería
nuestro futuro y el de nuestros hermanos; ese era el tema de discusión entre
mis amigos cuando nos reuníamos en la pampa para jugar futbol… Es así que
llegamos a la conclusión de organizar un grupo cultural. El nombre surgió de
casualidad: NUEVA GENERACION. La idea fue madurando hasta que decidimos hacerlo
realidad. En coordinación con los
dirigentes del barrio organizamos un primer evento, Aún siento el temblor de
mis piernas cuando se me encargó saludar al público y junto a otros dos amigos,
explicar lo que queríamos hacer. Todos los vecinos participaron, esa jornada
culminó con una gran fiesta.
Lo primero que
hicimos fue organizar una biblioteca comunal. Los libros fueron donados por los
vecinos, y comenzamos a trabajar en el local comunal ayudando a los niños con
sus tareas escolares… Pronto surgieron otras iniciativas, como el área de
teatro, música, baile y deporte. Los actos culturales eran masivos y pronto el
grupo cultural se convirtió en un espacio de encuentro para los niños y jóvenes
del barrio. Mis hermanos se integraron al grupo cultural, era como una nueva
familia, más grande y alegre, mi mamá era la más entusiasta y colaboradora.
Allí conocí a Susana con quien luego formé una familia.
El tema de la
violencia política aún era lejano para nosotros. Nuestra actividad llamó la
atención de un grupo de profesores que se ofrecieron para asesorarnos. Ellos comenzaron
a influir en el contenido de los mensajes. Proponían obras de teatro con
escenas alusivas a la lucha armada. Esto nos causó algunos desencuentros con ellos,
y para evitar una mayor confrontación, decidimos aprender a crear nuestros argumentos de teatro y a bailar algunas
danzas típicas para luego enseñar a los niños.
Así desplazamos a los profesores. Aprender a redactar nuestros documentos fue
un proceso valioso… creábamos el mensaje y, consultando el diccionario,
corregíamos la ortografía; muchas veces, descubrir el significado de una
palabra nos conducía a temas desconocidos y desafiantes.
La biblioteca
comunal se convirtió en una fuente del saber donde acudíamos a prepararnos para
atender a los niños con sus tareas escolares. A cada conocimiento adquirido la
inquietud por diversos temas se incrementaba. La realidad de la educación
pasaba por nuestras manos al tratar a cada niño; y al constatar nuestras
limitaciones y retos en el barrio. La transformación de nuestra personalidad
era evidente: El teatro nos afirmó la capacidad de expresar con énfasis
nuestras ideas. El baile y los libros nos brindaban la armonía indispensable
entre espíritu y razón. Y el deporte nos cultivó el carácter para enfrentar la
complejidad de nuestro contexto social.
Los grupos
violentistas seguían acechando nuestro espacio cultural. Y Luego de siete años
de trabajo suspendimos las actividades, cuando la biblioteca fue pintada y
empapelada con “advertencias” y lemas alusivos a la lucha armada. Decidimos no
exponer la vida de los niños y jóvenes de la biblioteca, más aún cuando a pocas
semanas habían asesinado a la lideresa María Elena Moyano.
La exitosa
experiencia de nuestro grupo cultural, no hubiera sido forjada sin la esencia
de la biblioteca comunal. El saber de los libros y el ambiente comunitario de
mi barrio marcaron el destino de muchos de nosotros. Años más tarde ya siendo
padre de familia, me vi en la necesidad de que mis hijos revaloren esta
experiencia. Escribí un cuento, y poemas,
con los cuales visité varios colegios de Villa El Salvador, hasta que me
integré al Consejo Nacional de Democratización del Libro y Fomento de la
Lectura, donde brindé servicios de consultoría, para organizar a los vecinos y tratar
de que se estimule el hábito de la lectura en las zonas más pobres de Lima.
Luego con mis
hijos y hermanos impulsamos la creación de la Red Distrital de Bibliotecas Comunales,
comprometiendo a dirigentes y líderes de Villa El Salvador para promover la
lectura como base del desarrollo educativo. Al explorar diversas vías hacia el
logro de los objetivos nos encontramos con un Perú incomprendido y dinámico; y otro Perú que, con resistencia y
desconfianza, juzga y sanciona. Los libros pueden tender un puente hacia la unidad
de los peruanos, para emprender juntos por el amplio camino del saber y la
libertad.
En reconocimiento
a más de 20 años de labor social, fui galardonado con el Premio Nacional
INTEGRACION Y SOLIDARIDAD 2007 otorgado por RPP. Y la Municipalidad de Villa El
Salvador me otorgó el título de HIJO PREDILECTO DE LA CIUDAD.
He publicado
algunos cuentos y asesoro instituciones que intervienen con proyectos
educativos en las escuelas y barrios de mi comunidad. En mi familia seguimos
con el mismo espíritu de hace 25 años; Jacqueline es una reconocida actriz en
el distrito que ahora enseña a los niños de su barrio. Y Cheto es un cuenta
cuentos que anima a los niños a leer en las bibliotecas de Villa el Salvador, porque
en los libros descubrimos que TODOS NACEMOS IGUALES, LA LECTURA MARCA LA
DIFERENCIA…
! LEER PARA
CRECER ¡
VES, 2008
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